Una persona desde que se
despierta es una puja interna permanente de ideas, conceptos, interrogantes,
historias, experiencias y creencias, los cuales luchan entre sí tratando de
darle sentido y fluir su vida. Con los elementos de esa puja intenta armar una
rutina que intente hilvanar un relato coherente a su vida, con una conclusión
que alivie los interrogantes de su futuro. Esa conclusión suele estar llena de
postergaciones o de no pensar en las implicancias de la eternidad.
Cada ser que no ha
nacido de nuevo es un contenedor en ebullición permanente con un conflicto:
pretende definir a Dios y a sus juicios desde el ámbito natural, en el que se
desenvuelve. Pero Dios es mucho más que tiempo, espacio y materia.
Para empezar a
comprenderlo necesito negarme a mí mismo con mi bagaje de preconceptos para
que a través de la fe, su espíritu se manifieste en mí.
Fe no es presunción ni
optimismo. La Fe es el factor fundamental para que haya revelación, que es
superconocimiento dado a mi espíritu, en un instante, sin haberlo estudiado ni
aprendido intelectualmente, y el Espíritu Santo es la única fuente de
revelación para conocer a Dios. La fe es la mente del Espíritu Santo revelada
al hombre para que transcurra exitosamente en la tierra y gobierne sobre esta
dimensión de tiempo, espacio y materia. La fe es la garantía, la confirmación
de las cosas que esperamos, en coherencia con los principios escritos en su
palabra, es la prueba de las cosas que no vemos y la convicción de su realidad.
Por medio de la fe poseo el atributo de percibir traspasando las percepciones
biológicas y naturales, como una construcción real lo que no está revelado a
los sentidos. En definitiva, la fe es una habilidad divina dada a los hombres
para rebasar, superar el ámbito natural.
La dimensión natural
cumple un ciclo irreversible en el que tiende a envejecer, diluirse, morir y
desaparecer. Nos ha sido dada la llave de la fe para traspasar hacia lo
sobrenatural y eterno.
La fe no es futurismo
optimista, es ahora, se alimenta de lo imposible y hace real aquello que aún no
es perceptible a los sentidos.
Por ejemplo, aunque se
desconoce el número exacto, se estima que una persona, en condiciones físicas
normales, puede percibir hasta un millón de variaciones cromáticas. De acuerdo con la teoría ocular del científico
inglés Thomas Young (1773-1829),
los conos (que son las células sensibles al color ubicadas en la retina) pueden
identificar unas 100 gradaciones distintas de tres colores (azul, verde y
rojo). A su vez, el cerebro es capaz de combinar estas variaciones de colores
de manera exponencial. El color es solo una
percepción y depende de cada persona.
Manuel Melgosa,
catedrático de la Universidad de Granada y presidente del Comité del Color
de la Sociedad Española de Óptica, afirma en su libro “La tienda de las
curiosidades del color” (que escribió junto con Mark D. Fairchild del Rochester
Institute of Technology de EE. UU.) que cada persona ve los colores de
distinta manera. Esto se debe a que la retina, los fotorreceptores y los
mecanismos que llegan hasta el cerebro son personales. A pesar de que nadie ve
exactamente lo mismo, dentro de las personas que tienen una visión normal
existe una cierto consenso. Entonces la percepción biológica del universo está
en un rango inferior a la fe.
La naturaleza humana es
incapaz de producir fe, por eso la coordenada del día está en
El libro de Marcos
capítulo 11 versículo 22:
Comentarios
Publicar un comentario