Los ritos no son el centro. Ni los modos, ni las formas, ni las tradiciones. El Dios revelado por su propia palabra indica que busca una relación íntima, genuina, contínua y sincera con cada ser humano. Si uno lo permite, El nos habla a nuestra conciencia, en la meditación y la oración, despojada de formalismos vacíos. Es que los ritos, el legalismo y la religiosidad esconden mucha hipocresía y a veces de tan estáticos largan el mismo olor a humedad y tristeza que tienen las estatuas de los rincones religiosos. Cuestionar y revisar estos asuntos puede ofender y poner agresivos a algunos por el temor a haberse equivocado en sus convicciones y estructuras mentales. Cuando se confronta a ese tipo de personas pueden suceder dos cosas: o se arrepienten humildemente y entregan su corazón a Jesús, creyendo en él como su único y suficiente salvador; o sino se aferran a sus amuletos, ídolos o razonamientos, levantando una muralla de religiosidad para encarcelarse a sí mismos. Un corazó
A mis hijos y generaciones venideras, el legado más importante: que Cristo sea su fundamento, para que sus mentes se renueven y no se amolden al mundo