Cada paso, cada herida, cada error, cada acierto, cada tristeza, cada alegría, cada momento de paz, cada sorpresa, han dejado de ser motivo de queja o reclamos. Ya ni siquiera son preguntas sin ecos ni respuestas. Han pasado a ser motivos con propósito. He fracasado ante el temor, y también lo he tenido que atravesar, no por valiente, sino perseguido por un temor aún mas grande. He decidido escalar y a veces rodar cuesta abajo. He dejado el cuero para llegar a una cumbre y no hallar nada. He sentido decepción y el artero golpe de la traición. He sido indiferente, sordo y egoísta ante la necesidad de otro. He sido conservador y luego imprudente, y en riesgos innecesarios por fuera de tiempo, he arrastrado a los que me amaban. He visto pasar de largo al amor, y cuando lo tuve en mis manos no estuve dispuesto a pagar el precio de amar. He perdido mucho, para recuperar y vuelto a perder. He grabado en piedra mis certezas definitivas, para al otro día pulverizarlas, olvidarlas o aba
A mis hijos y generaciones venideras, el legado más importante: que Cristo sea su fundamento, para que sus mentes se renueven y no se amolden al mundo