Conectarte con otro ser humano significa que te sincronizas de una manera relevante y mutua. La principal virtud de las personas fructíferas es su capacidad para hacer conexiones sólidas con gente real. El número uno por lejos en esa habilidad es Jesús, hay demasiado para aprender de El al respecto. Porque desde un corazón sano uno es capaz de construir redes vivas de relaciones. Un corazón enfermo en cambio se aísla o puede llegar a lo sumo a manipular a las personas por un breve período de tiempo.
Un buen líder de red es capaz de darle al trabajo el equilibrio necesario para que perdure y tienda a crecer en sus resultados. Ese equilibrio está formado por un 33,33% de sentido de logro, otro 33,33% de diversión y otro 33,33% de recompensa.
Fuimos creados para ser adaptables, elásticos y multidimensionales, para desenvolvernos felizmente en cosas que nos gustan, para sacar provecho y pulir los talentos y habilidades, como expresión de nosotros mismos y para el beneficio de otros.
Muchos han renunciado a la aventura maravillosa de crear el propio diseño de vida para someterse a la rutina. Se volvieron idólatras de la seguridad, de los esquemas y sistemas. Así como las civilizaciones que se vuelven obsoletas adorando estatuas de madera y yeso, así también se vuelven los individuos que han castrado su creatividad, quedando ciegos, sordos y mudos a las oportunidades.
La sociedad está hecha de leyes "lógicas", "racionales", y de procesos "ordenados". El individuo poderoso es el pensador creativo, el artista, el poeta, el inventor. Este tipo de individuos amenazan ese "orden", desenmascaran el pensar limitado y estrecho, quebrantando el status quo. La adaptación detenida es conformidad. La sociedad condiciona a cada ser humano desde la infancia, alejándola de su propia singularidad. El alma del individuo es adormecida con dardos sistemáticamente lanzados desde la publicidad consumista, escolarizándola, hasta domesticarla y quitarle completamente la capacidad de soñar. La persona que no conoce el propósito inmenso que tiene Dios para su vida, vuelve a ser esclavo del faraón en una fábrica de ladrillos.
Si se corre detrás de espejismos que no están alineados con la verdadera identidad de reino, se puede terminar en un precipicio directo al vacío, como le pasó a este típico ejecutivo de una empresa multinacional que contaba en un reportaje de revista sobre la era post-yuppie:
"Es demasiado tarde, he dedicado muchos años a hacer exactamente lo que se esperaba de mí: he sido un buen hijo, un buen esposo, un buen padre. En el mundo corporativo eso llaman un buen soldado. Cuando me pregunto a mí mismo qué voy a hacer, debo contestar que no lo sé. He intentado encajar durante tanto tiempo, me he retenido de ser yo mismo por tanto tiempo que no sé qué o quien soy"
Hay una salida inmediata a ese encierro. Hay una forma de vivir sin buscar amor, porque ya lo tendremos. Sin buscar la felicidad, porque seremos la felicidad en persona. No buscar la aceptación, porque ya nos aceptamos tal cual somos. Con personalidad sana y de vida abundante.
La coordenada que deja Jesús para encontrar ese tesoro está en el libro de Juan capítulo 3 versículo 7 y dice así:
"...No te asombres de que te haya dicho: ``Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.…"
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