Aparte del amor, mas que nada por el pacto que se había juramentado a sí misma y a su familia, ella aún lo seguía. También, sí, por esa profunda admiración por ese hombre, trabajador incansable, enfocado y persistente que no se detenía ante nada de este mundo. Ella cuando lo conoció, decidió rendirse en el instante a su cortejo, sabía que resistirse sólo postergaría un poco algo que sería inminente.
Es que a veces extrañaba cierta comodidad y seguridad familiar, y a su cuerpo cada vez más le costaba seguirle el tranco duro de los desiertos, valles, ríos y montañas. Intentar detenerlo, ni siquiera por un instante lo consideraba, desde hace muchos años descartó esa posibilidad.
Algunas veces sí trató de convencerlo de que fuera normal. No poder ver lo que él decía que veía la contrariaba un poco. También, a veces se preocupaba en las noches como las de ayer, en los que él se apartaba para hablar. ¿Cuál sería ese tesoro que él decía que llevaba a todos lados para destino final toda la tierra?
Anoche casi no durmió. Pudo escuchar entre dormida como él preguntaba, y luego largos minutos de silencio que suponía llegaban las respuestas de un interlocutor, a ojos y oídos naturales, mudo e invisible.
Igual, aunque ella no conocía esa voz que le hablaba a su esposo, siempre confiaba ciegamente en el resultado de las acciones que pondría en marcha luego de esas conversaciones.
No era tonta. sabía con certeza que esto no era una conversación con su ser, porque el ser propio no genera poder. Estas conversaciones delegaban grandes porciones de poder.
Sin ese poder, este recorrido a veces hostil no hubieran tenido el final que tuvieron. A veces atacados por tribus hostiles, a veces teniendo que atacar para rescatar a algún pariente que por malas decisiones cayó en mala tierra, ese poder nunca los abandonó.
Sin ese poder delegado, no habría podido inyectar en un par de semanas la valentía y las habilidades de temibles guerreros, a sus seguidores, peones y sirvientes.
Ese era Abraham; un hombre capaz de guiar a otros hombres, en su corazón, a descubrir el león que tenían adentro para dejar de ser ovejas indefensas.
No era elocuente, su físico tampoco impresionaba, menos hoy con sus casi cien años de edad. Las únicas virtudes humanas como para describir podrían ser su paciencia, constancia y el férreo compromiso de su palabra.
Cerca de las diez de la mañana, ella se acercó con un vaso de agua fresca, se sentó a su lado, haciendo un nuevo esfuerzo por entenderlo un poco más y preguntó:
-"¿Qué escuchaste anoche? ¿Cuál es ese precioso tesoro que tan celosamente guardas?"
Abraham penetró sus ojos con su mirada, como tratando de hablarle no al oído, sino a su alma y le dijo con ternura pero con firmeza:
."Sara, el que da vida a los muertos y llama a las cosas que no son como si fuesen me ha puesto por padre de muchas gentes. Dios me ha dicho: de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. (1)
(1) Genesis 22.17
Sobre el autor: Francis Lenguaza cuenta con más de 20 años de experiencia en gerenciamiento en empresas líderes en los sectores de energía, telecomunicaciones, plásticos, retail, maquinarias y network marketing. Es coach ontológico y actualmente colabora con personas y equipos en la determinación de identidad, metas, propósito, plan de vida y negocios. Comprometido con Sonia Penayo, quien es Contadora Pública Nacional, con certificación de la International Coach Federation y se desempeña como analista en el sector banca y finanzas. Ambos aman y siguen el modelo de liderazgo de Jesús y aplican herramientas de coaching en la enseñanza de la palabra. Para solicitar sesiones de coaching y conversaciones podés contactarnos en coachingyproposito@gmail.com
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