En general, el ser humano que no tiene el espíritu de su creador, está condenado a ser inmaduro y errático. Se comporta como un niño caprichoso, que quiere hacer lo que quiere pero no quiere pagar el precio ni aceptar las consecuencias de sus actos. Por lo tanto es egoísta, inseguro, quejoso y temeroso. Se aferra a sus juguetes sus materiales. Fluctúa en la indecisión de acuerdo a las circunstancias.
Pero este hombre en particular tenía otra estatura, y no hablo de lo físico, sino de su mismo comportamiento como testigo favorable. Además transmitía su actitud íntegra y decidida, tanto como para inspirar a otros a ponerse en acción, o por lo menos a preguntarse por qué cosas uno estaría dispuestos a dar la vida, que no sea una rutina lineal, alambrando cada día para que nada se salga de sus cauces normales.
Este varón era valiente para sobreponerse, porque problemas y escollos no le faltaron, pero no perdía ni un segundo en la búsqueda de indulgencia o en la auto compasión. No se amilanaba ni ante sus enemigos y su amenazas, ni ante sus amigos cuando debía confrontarlos con su error.
Había muerto a sí mismo, para que el espíritu que da vida sea la brújula de sus rumbos y acciones.
Y, a pesar que ese mismo espíritu le advertía muchas veces los dolores que le esperaban en su próxima parada, no retrocedió jamás. Preservar su vida, ya no era lo principal, sino el cumplimiento de la carrera de su propósito, y eso es más grande que la vida propia misma.
Amaba enseñar, pero solía ser exigente con sus discípulos, los quería sacar buenos y curtidos, para la buena batalla. Pero en su discurso de hoy, sus amigos se daban cuenta que más que nada, en sus palabras, intenciones y actos, había amor. Extrañarían ese celo por la rectitud y la integridad despojada de simulaciones. Hizo hincapié en estar alertas, porque ahora que se iba, se levantarían dentro de sus grupos mismos, lobos rapaces que intentarían matarlos o al menos arrastrarlos.
Pablo aún así, eligió confiar. Sabía que muchos caerían, pero otros llegarían a la plenitud del carácter de Cristo.
"Les he enseñado que deben trabajar y ayudar a los que nada tienen. Recuerden lo que nos dijo el Señor Jesús: “Dios bendice más al que da que al que recibe.”»
Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló con todos los líderes y oró por ellos. Todos comenzaron a llorar, y abrazaron y besaron a Pablo. Estaban muy tristes porque Pablo les había dicho que jamás lo volverían a ver. Después, todos acompañaron a Pablo hasta el barco." (Hechos 20:35-36)
Sobre el autor: Francis Lenguaza cuenta con más de 20 años de experiencia en gerenciamiento en empresas líderes en los sectores de energía, telecomunicaciones, plásticos, retail, maquinarias y network marketing. Es coach ontológico y actualmente colabora con personas y equipos en la determinación de identidad, metas, propósito, plan de vida y negocios. Comprometido con Sonia Penayo, quien es Contadora Pública Nacional, con certificación de la International Coach Federation y se desempeña como analista en el sector banca y finanzas. Ambos aman y siguen el modelo de liderazgo de Jesús y aplican herramientas de coaching en la enseñanza de la palabra. Para solicitar sesiones de coaching y conversaciones podés contactarnos en coachingyproposito@gmail.com
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