La fuerza proviene del mismo lugar que de la vida: del espíritu. Y el espíritu será fuerte según cuánto se alimente del cielo. Más conectado al cielo, más fuerte, vigoroso, sabio y enfocado.
Un hombre que entiende esto, hace que sus enemigos y dificultades se disuelvan ni bien se pone en acción por la fe.
Un hombre en sí mismo tiene pocas reservas. Puede soportar algunos días sin comer, algunas horas sin agua y unos minutos sin respirar. Se agota rápidamente con esfuerzo en lo físico, y en las emociones cuando es sometido a presión. Sus defensas puedes ser derrotadas fácilmente por un virus o bacteria. Pero a la vez tiene una actitud necia y arrogante, como si fuera indestructible.
Si reconociera que el mayor provecho está en ser usado como instrumento para los propósitos del cielo, seríamos testigos de muchas más vidas extraordinarias y la mediocridad no sería el promedio.
Alguien que tiene la actitud de embajador del reino, es un portal móvil al edén para la humanidad.
Un avión de guerra o un tanque, sin la conducción del personal adecuado, son sólo chatarra inanimada que no resiste ni al óxido. Así viven las personas con potencial desperdiciado. Son conducidas por una agenda incierta o por una lotería diaria.
Quien busca y encuentra el propósito par el que fue creado, es guiado por el espíritu correcto, por el trayecto correcto, equipado con poder al destino correcto.
Pensamos y actuamos motivados siempre por una creencia. Creencias que pueden ser un paradigma, una tradición, una religión, hábitos aprendidos en la infancia, mandatos familiares, hasta por teorías científicas pocas veces verificadas. Pero uno puede elegir creer las poderosas promesas que están escritas en la palabra de Dios.
Estas promesas son las únicas que no están sujetas a modas o filosofías del momento, atraviesan circunstancias temporales y su cumplimiento no depende del ánimo, recursos o habilidades de las personas.
Una promesa como la que fue capaz de llevar a un humilde pastor como David a ser el rey más integro y fructífero de la historia, cuyo secreto fue simplemente apoyarse en el poder de las promesas de Dios como inminentes realidades para su vida.
Tú, Dios mío, conoces mis promesas; tú me entregaste mi parte en la tierra que le diste al pueblo que te adora. Concédeme reinar mucho tiempo, y vivir una larga vida; que dure mi reinado una eternidad. Déjame reinar para siempre; ¡protégeme con tu amor toda la vida! (Salmo 61:5)
Sobre el autor: Francis Lenguaza cuenta con más de 20 años de experiencia en gerenciamiento en empresas líderes en los sectores de energía, telecomunicaciones, plásticos, retail, maquinarias y network marketing. Es coach ontológico y actualmente colabora con personas y equipos en la determinación de identidad, metas, propósito, plan de vida y negocios. Comprometido con Sonia Penayo, quien es Contadora Pública Nacional, con certificación de la International Coach Federation y se desempeña como analista en el sector banca y finanzas. Ambos aman y siguen el modelo de liderazgo de Jesús y aplican herramientas de coaching en la enseñanza de la palabra. Para solicitar sesiones de coaching y conversaciones podés contactarnos en coachingyproposito@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario