...La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta:teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona...
Así estará establecida la sabiduría y la alegría en el trabajo, que son valores relativos dados por Dios para nuestro bien con la condición que no sean el objetivo principal de nuestra vida. Esta revelación suele llegar cuando ya hemos pasado por escasez y abundancia, burlas y elogios desmedidos, valles de silencio o soberbia autosuficiencia. El carácter se va moldeando, junto con la habilidad para administrar, pero a la vez que notamos que nada en este mundo tiene sentido, si no es alineado con el propósito que pensó Dios para nuestra vida. Las distracciones y diversiones son paños fríos a un deseo insaciable de los sentidos naturales, pero el alma anhela ardientemente oír la voz de Dios. Esa voz es lo máximo en la vida, y al SER individuo no le da lo mismo oírla o no.
Puedo llegar a ser económicamente productivo y financieramente libre, pero si soy cautivo de mis pensamientos seguiré siendo un esclavo. Si mi pensamiento predominante es la ambición por poseer o el temor a perder, estaré en una jaula emocional. Esta mecánica en la mente impide la mentalidad de abundancia, que es la mentalidad de reino.
El trabajo es un rol. El trabajo debe ser divertido, permitir el desarrollo y la dinámica de verse parte de las acciones y no un engranaje de maquinaria de descarte. El no disfrutar del trabajo o no saber qué trabajo deseo puede deberse al salteo de alguna etapa en la vida. Si no pude jugar porque tuve que trabajar desde niño, por las circunstancias o por cultura familiar, no puedo conseguir la máquina del tiempo para recuperar esa etapa. Pero un encuentro personal con Jesús puede hacer el milagro de sanar esa parte de mis emociones y poner la semilla curiosa, innovadora, inquieta, alegre y creativa de los niños.
Saltear o prolongar la adolescencia puede habernos generado una dificultad para relacionarnos con las personas. En la adolescencia desarrollamos la identificación con determinados grupos o personas, y algún rechazo quizás puede haber determinado un corazón endurecido o la defensiva. Es importante tener sanado también este "mambo", para poder desenvolverse armónicamente en equipos de trabajo o liderar proyectos y emprendimientos.
En la juventud que antecede a la adultez, suelen ponerse duras las cosas y podemos experimentar algunos fracasos o decepciones. El mundo real es implacable con los ideales y puede hacernos desconfiados, incrédulos y temerosos. Es la etapa en la que solemos enterrar nuestros sueños. Dejamos de lado nuestro lado emprendedor que corre riesgos y nos volvemos más conservadores, más dependientes del sueldo. Encontramos buenas excusas y argumentos que nos depositan en la zona de comodidad, y empieza el aletargamiento. Dejamos de estudiar, de probar, de desarrollarnos. Vamos directos a los moldes de la rutina.
Para todas estas etapas no sanadas, Jesús hace un milagro de rejuvenecimiento en nuestros sueños, nos conecta con nuestra esencia, nos invita a tomar desafíos, a caminar sobre el agua, a construir redes de nuevas relaciones, a dar y a correr la vida como una aventura maravillosa.
Así estará establecida la sabiduría y la alegría en el trabajo, que son valores relativos dados por Dios para nuestro bien con la condición que no sean el objetivo principal de nuestra vida. Esta revelación suele llegar cuando ya hemos pasado por escasez y abundancia, burlas y elogios desmedidos, valles de silencio o soberbia autosuficiencia. El carácter se va moldeando, junto con la habilidad para administrar, pero a la vez que notamos que nada en este mundo tiene sentido, si no es alineado con el propósito que pensó Dios para nuestra vida. Las distracciones y diversiones son paños fríos a un deseo insaciable de los sentidos naturales, pero el alma anhela ardientemente oír la voz de Dios. Esa voz es lo máximo en la vida, y al SER individuo no le da lo mismo oírla o no.
Puedo llegar a ser económicamente productivo y financieramente libre, pero si soy cautivo de mis pensamientos seguiré siendo un esclavo. Si mi pensamiento predominante es la ambición por poseer o el temor a perder, estaré en una jaula emocional. Esta mecánica en la mente impide la mentalidad de abundancia, que es la mentalidad de reino.
El trabajo es un rol. El trabajo debe ser divertido, permitir el desarrollo y la dinámica de verse parte de las acciones y no un engranaje de maquinaria de descarte. El no disfrutar del trabajo o no saber qué trabajo deseo puede deberse al salteo de alguna etapa en la vida. Si no pude jugar porque tuve que trabajar desde niño, por las circunstancias o por cultura familiar, no puedo conseguir la máquina del tiempo para recuperar esa etapa. Pero un encuentro personal con Jesús puede hacer el milagro de sanar esa parte de mis emociones y poner la semilla curiosa, innovadora, inquieta, alegre y creativa de los niños.
Saltear o prolongar la adolescencia puede habernos generado una dificultad para relacionarnos con las personas. En la adolescencia desarrollamos la identificación con determinados grupos o personas, y algún rechazo quizás puede haber determinado un corazón endurecido o la defensiva. Es importante tener sanado también este "mambo", para poder desenvolverse armónicamente en equipos de trabajo o liderar proyectos y emprendimientos.
En la juventud que antecede a la adultez, suelen ponerse duras las cosas y podemos experimentar algunos fracasos o decepciones. El mundo real es implacable con los ideales y puede hacernos desconfiados, incrédulos y temerosos. Es la etapa en la que solemos enterrar nuestros sueños. Dejamos de lado nuestro lado emprendedor que corre riesgos y nos volvemos más conservadores, más dependientes del sueldo. Encontramos buenas excusas y argumentos que nos depositan en la zona de comodidad, y empieza el aletargamiento. Dejamos de estudiar, de probar, de desarrollarnos. Vamos directos a los moldes de la rutina.
Para todas estas etapas no sanadas, Jesús hace un milagro de rejuvenecimiento en nuestros sueños, nos conecta con nuestra esencia, nos invita a tomar desafíos, a caminar sobre el agua, a construir redes de nuevas relaciones, a dar y a correr la vida como una aventura maravillosa.
Sólo hace falta una determinación, dejar lo que está atrás, asumir la identidad que nos da, preguntarle cómo El nos ve y ser guiados en su modelo perfecto de liderazgo.
¿Estás dispuesto a seguirlo? Buscalo y te encontrará
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