Las limosnas al pueblo deberían ser con la intención de agradar a Dios, no a los hombres, ni para enaltecerse uno mismo. Hasta las acciones que en lo externo parecieran ser de las más nobles y bondadosas, en realidad son disfraces de un ego cobarde y voraz. El ego carcome desde adentro y es insaciable. No para hasta dominar y condicionar completamente al ser. Quiere hacerse más grande que la persona misma. La paradoja es que el ego es esclavo sensible de todo el mundo, de toda opinión.
El ego es capaz de dar caridad, parándose en un escalón más arriba, hace que ayuda, pero en realidad lo hace para sentirse superior, sin involucrarse, regala las sobras. El ego no es capaz de ser solidario, comprometido, empático, ni se anima a dar lo mejor. Al ego no le da el cuero porque es inseguro en sí mismo. No renuncia, pero no se juega. Predomina en las clases más medias, en los tibios que serán vomitados
El hambre muchas veces no es hambre del estómago. El aburrimiento y la ansiedad muchas veces no son por la necesidad de distracción. La búsqueda de conocimiento muchas veces no es una necesidad intelectual. El querer estar con alguien no siempre es por la necesidad de una relación. No es que necesite comprarme algo porque me hace falta. Muchas veces, todas estas cosas son un vacío, que se pueden llenar, creámoslo o no, sepámoslo o no, sólo con una construcción de palabras perfectas, que son las palabras de Dios. Uno deja de ser común, cuando ha sido limpiado por Cristo. La conciencia nos pide a gritos ser guiada y alimentada con el espíritu. Un espíritu humano deja de ser desnutrido cuando se alimenta del Espíritu Santo y de la palabra. Y esto es posible sólo cuando día a día voluntariamente renunciamos a ese inquilino, que se cree amo déspota, escondido en lo más profundo de nosotros, tras una fortaleza amurallada de argumentos, que sale sólo para fanfarronear, para ser cínico o sarcástico, llamado ego.
En la ciudad de Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio. Era capitán de un grupo de cien soldados romanos, al que se conocía como Regimiento Italiano. Cornelio y todos los de su casa amaban y adoraban a Dios. Además, Cornelio ayudaba mucho a los judíos pobres, y siempre oraba a Dios.
Un día, a eso de las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión, en la que claramente veía que un ángel de Dios llegaba a donde él estaba y lo llamaba por su nombre. Cornelio sintió miedo, pero miró fijamente al ángel y le respondió: «¿Qué desea mi Señor?»El ángel le dijo:«Dios ha escuchado tus oraciones, y está contento con todo lo que haces para ayudar a los pobres. Envía ahora mismo dos hombres al puerto de Jope. Diles que busquen allí a un hombre llamado Pedro, que está viviendo en casa de un curtidor de pieles llamado Simón. La casa está junto al mar.» (Hechos 10:1-6)
Sobre el autor: @francislenguazaFrancis Lenguaza, entusiasta del desarrollo personal contínuo, cuenta con más de 20 años de experiencia en gerenciamiento en empresas líderes en los sectores de energía, telecomunicaciones, plásticos, retail, maquinarias y network marketing. Es coach ontológico y actualmente colabora con personas y equipos en la determinación de identidad, metas, propósito, plan de vida y negocios. Casado con Sonia Penayo, quien es Contadora Pública Nacional, con certificación de la International Coach Federation y se desempeña como analista en el sector banca y finanzas. Ambos aman y siguen el modelo de liderazgo de Jesús y aplican herramientas de coaching en la enseñanza de la palabra
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