No hay otro poder mayor que se pueda llegar a experimentar, que la presencia de Dios.
Yo reconozco que que llegado sólo a probar una pizca de esa presencia, y mi vida no fue igual desde allí.
Se rompe toda estructura de lo que era concebido como posible hasta ese momento.
Pero por qué no es más continua e intensa esa percepción en los sentidos naturales, de esa experiencia?
Porque junto con la inmensa alegría y la revolución energizante de cada átomo de nuestro ser que salta de emoción sentir la presencia de la fuente de amor y vida, también viene la convicción y la conciencia de aquello que nos está enfermando y matando: el pecado.
Dios es Santo, y lo que está contaminado en su entorno, es consumido. Pero si Cristo está conmigo, puedo ver el reino que ha venido con poder.
"Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder" (1Corintios 4:20)
Cuánto deseo y busco que pueda ser un digno portador de ese poder! con señales y evidencias del respaldo de Cristo en el andar de la gris vida mundana. Señales de milagros, liberaciones, sabiduría, fructificación y una atmósfera de gloria imposible de resistir. El verdadero reino que no es religiosidad.
Cuando hablamos de estructuras que atan a un hombre, no nos referimos solamente a modos de ser tímidos, rutinarios, moralistas y repetitivos.
Nos referimos más que nada a pecados ocultos, que nos hacen simular, tratando de mostrar una forma de ser, para que no se descubra nuestra imperfección y necesidad de perdón y arrepentimiento.
Eso es hipocresía, y no nos deja relajarnos.
Podemos descansar solamente en las fresca y tierna hierba del prado de su gracia y misericordia, al que tienen acceso solamente las ovejas, que oyen a su pastor Jesús.
Hasta la próxima. Que tengas una fructífera y bendecida jornada.
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