Jesús le respondió:—Yo no soy como los reyes de este mundo. Si lo fuera, mis ayudantes habrían luchado para que yo no fuera entregado a los jefes de los judíos. —Entonces sí eres rey —replicó Pilato.
Y Jesús le contestó:—Si tú lo dices... Yo, por mi parte, vine al mundo para hablar acerca de la verdad. Y todos los que conocen y dicen la verdad me escuchan. (*)
Los humanos estamos hechos de los mismos ingredientes que el barro. Sólo si ese recipiente contiene espíritu de Dios, tiene poder para influir y transformar con un propósito elevado.
Jesús trae un reino y nos invita a vivir y disfrutar de él. Es un reino superior a lo natural y es eterno. Es de amor, y de justicia.
Jesús es rey, y toda naturaleza que no se sujeta a su autoridad y principios de amor está en enemistad con Dios.
Esa enemistad produce conflicto, desvía a la muerte, quita la paz, produce angustia, altibajos, vacío y enfermedad.
Nunca es exagerado lo que busquemos y pasemos con Cristo. La cultura mundana ha ridiculizado y caricaturizado a los que ponen su mirada en las cosas eternas, mostrándolos como religiosos, miedosos, obsesivos, extremistas, ritualistas, amargados y condenadores. Algunos huyen de volverse de esa manera.
Amigo esto no es así. Cuándo más cerca y más tiempo estamos con Cristo, más libertad y paz experimentamos.
Lo que sí sucede a veces, es que algunas personas se dicen seguidoras de Jesús, pero en privado siguen aferradas a
cosas ocultas, torcidas, carentes de integridad y no pasan tiempo a solas con la palabra y la oración transformadora. Allí sí hay fanatismo, brujería, ocultismo y confusión.
Entonces, la clave está en construir una amistad genuina con el rey, ser impregnados de amor y libertad que produce su presencia, para hacer fluir dando a otros.
(*) Libro de Juan, capítulo 18 versos 36 y 37. Biblia Traducción Lenguaje Actual
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