La verdad no implica acuerdos. La verdad puede generar disturbios. El mundo puede ser implacable con aquellos que pueden poner en riesgo su ganancia (1). El hombre es la única criatura de la creación que se aferra a cosas artificiales. Sólo cuando desaprendemos la dependencia de las cosas, como hacedoras de bienestar y seguridad, y aprendemos que Dios es suficiente y completo sustentador y guardador, entonces vamos soltando las cosas. Eso trae paz y libertad. Ya no se nos puede extorsionar con cosas.
Pablo y los demás primeros seguidores de Cristo pagaron un precio por poner luz y manifestar la siguiente verdad: los objetos hechos por manos no son dioses. Entonces casi los linchan. La famosa justicia por mano propia.
No hay nada peor que una horda enojada, anárquica y confusa buscando un culpable de su propia ignorancia y temores, manipulada por quienes sacan ganancia de ellos.
En esa ocasión, por fortuna o por propósito, quien estaba a cargo de administrar el uso de la fuerza desde el estado, actuó con cordura y pacientemente intentó calmar los ánimos, exhortando a resolver todo pleito en los tribunales legítimos. Es lo que hace un gobernante consciente de que es una autoridad puesta para administrar poder diligentemente en una república (2).
Hasta el hombre más natural y primitivo sabe que son graves y eternas las consecuencias de apañar una rebelión y sedición con baño de sangre, tanto como permitir la injusticia.
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