En mi recorrido como aprendiz de hombre empresa, durante algunos años trabajé como vendedor en una sucursal en una cadena nacional de electrodomésticos y tecnología. La compañía se hallaba en plena expansión y por lo tanto eran frecuentes las incorporaciones de nuevos empleados. Una de las cosas que al principio no entendía era el criterio de selección del personal. El supervisor regional realizaba las entrevistas a los candidatos personalmente y decidía junto con el gerente de la sucursal a quien contratar. No comprendía al principio los criterios de selección, ya que no lograba descubrir el requisito esencial. Habían chicos sin experiencia de 20 años de edad, como así personas de 45 años. Mujeres y hombres, solteros, casados, altos, bajos, gordos, morochos, rubios, sin estudios, otros universitarios. Como no logré decodificar el "target", decidí hacer lo que se debe hacer cuando no se sabe algo: preguntar.
La respuesta que me dio el supervisor regional es una muy valiosa que atesoro en mi aprendizaje. Me dijo: "Todos necesitan trabajar, otros pocos necesitan y saben trabajar; y aún menos son los que necesitan, saben y tienen la actitud correcta para trabajar. Estos últimos son los que mejor rinden. Con la actitud correcta todo se aprende y se puede."
El tiempo le dió la razón y la empresa sigue expandiéndose exitosamente.
A veces caemos en la trampa del merecimiento. Pensamos que "nos merecemos" ciertas cosas por heredar alguna posición o por haber seguido una determinada carrera, por considerarnos calificados o porque creemos que es justo pero la vida muchas veces no sigue esa regla. Quien no entiende esto, corre el riesgo de estancarse en las excusas y explicaciones, que conducen a la frustración y a la queja, desperdiciando energías, en vez de enfocarse en el resultado deseado para obtener las aptitudes necesarias para el éxito personal.
El mundo no pierde el tiempo con los que tienen actitud de víctima. Ni siquiera Dios nos ve como víctimas, porque su hijo Jesús ya entregó su vida por nosotros y pagó el más alto de los precios para que seamos eternos. Entonces, no hay motivo para temer ni excusas para no actuar.
La actitud de fe, es un valor intangible, pero tan poderoso que aún la personas que no tienen discernimiento de lo espiritual lo perciben. Es la actitud que transmite con nuestra mirada y postura un mensaje al entorno que dice: "Yo puedo. Tendré que aprender cosas o diseñar un camino, pero tarde o temprano haré".
Así el requisito necesario para emprender cualquier cosa es la actitud de fe y eso nace en el corazón. La actitud de fe provee el combustible que es la pasión y el motivo, que es la visión. El resto viene después, porque es técnica y la técnica se puede aprender, estudiando o practicando.
Quién tiene actitud de fe, siempre tiene oportunidad.
El extraordinario rey, sabio, profeta y hombre de negocios Salomón escribió:
"Vi además que bajo el sol no es de los ligeros la carrera, ni de los valientes la batalla; y que tampoco de los sabios es el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los hábiles el favor, sino que el tiempo y la suerte les llegan a todos."
Las palabras crean pensamientos, y los pensamientos crean acciones. Una acción tan simple como una declaración puede ser tan poderosa que llega a crear un mundo totalmente nuevo para nuestra vida. La mente, el cuerpo y las emociones pueden ser entrenadas desde la palabra. La más maravillosa de las libertades es poder elegir las palabras que modelen mi vida. Yo elijo ser entrenado por las palabras de Dios escritas en la Biblia.
Sobre el autor: Francis Lenguaza cuenta con más de 20 años de experiencia en management en empresas líderes en los sectores de energía, telecomunicaciones, plásticos, retail, maquinarias y network marketing. Es coach ontológico y actualmente colabora con personas y equipos en la determinación de identidad, metas, propósito, plan de vida y negocios. Comprometido con Sonia Penayo, quien es Contadora Pública Nacional, con certificación de la International Coach Federation y de desempeña como analista en el sector banca y finanzas. Ambos aman y siguen el modelo de liderazgo de Jesús.
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