Las oportunidades suelen venir en un paquete con una etiqueta que dice: "trabajo duro", por eso a menudo suelen ser descartadas o ignoradas. Una vida gris, previsible, desarrollada dentro de los espacios conocidos, áreas de confort, no es equivalente a una vida fácil. De todas maneras implica sostener batallas diarias, pero de menor valía. La vida, los negocios, la familia, en todos los niveles de ambición, presentan auténticas batallas. Pero tenemos la valiosa libertad de elegir qué batallas pelear y en qué tipo de territorio. Podemos elegir la buena batalla, en la que vale la pena una preparación minuciosa, correr el riesgo por una alta recompensa. Podemos escribir nuestro propio guión de vida, siendo protagonistas no víctimas, sin dilapidar valiosa energía en trivialidades que consumen nuestro tiempo. La mayor de las concesiones es la libertad de ser quien queremos ser.
Nuestro creador nos dejó la invitación a un banquete extraordinario de reino. Ya está todo listo. Da pena ver como las personas uno a uno van poniendo excusas para no asistir a ese gran banquete que puede ser la vida. Algunos ponen posesiones, otros el trabajo y otros la familia (en realidad suelen ser horas de TV más que nada) como excusas para no experimentar el máximo desarrollo personal, forzar los propios límites, romper paradigmas y llevar las propias vidas a niveles elevados de excelencia.
Afortunadamente Dios persiste en dar frutos, y si alguien rechaza las oportunidades, buscará a otro que le crea, le pedirá como único requisito la FE y lo premiará con gran recompensa.
Las excusas son explicaciones tranquilizadoras, pretextos científicamente argumentados para no hacer lo debido. Esa tranquilidad momentánea, artificial, ficticia van limando la integridad de quien las utiliza, hasta hacerlo mentiroso, frustrado, tonto e infantil. La frustración viene por consecuencia de que termina enojando al que no obtiene resultados porque termina mirando con envidia al que sí los obtiene. Lastimosamente sigue la comparación, la crítica y la amargura.
¿Qué excusa hay ante la invitación de vivir una vida de multiplicación de relaciones personales, económicas y espirituales? Cualquier excusa en realidad tiene como raíz el miedo, que en sí trae castigo, porque equivale a incredulidad como contraria a la fe.
Debe ser aterrador estar parados frente a Dios y nos diga: "Te dí salud, mente, alimentos, conocimiento, mentores, palabras ¿y tuviste miedo? ¿preferiste luchar por controlar tus pocas posesiones y tu prestigio ante las personas antes que venir a mi banquete?"
Siempre es la hora de someter a las circunstancias bajo nuestros pies! Nos ha sido dada autoridad para ello.Un buen comienzo es despertarse, redefinir los rumbos, aprovechar las crisis para sacar lo mejor de nosotros y crecer.
Hasta pronto. Toneladas de amor y bendiciones miles
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