Cada paso, cada herida, cada error, cada acierto, cada tristeza, cada alegría, cada momento de paz, cada sorpresa, han dejado de ser motivo de queja o reclamos. Ya ni siquiera son preguntas sin ecos ni respuestas. Han pasado a ser motivos con propósito.
He fracasado ante el temor, y también lo he tenido que atravesar, no por valiente, sino perseguido por un temor aún mas grande. He decidido escalar y a veces rodar cuesta abajo. He dejado el cuero para llegar a una cumbre y no hallar nada. He sentido decepción y el artero golpe de la traición. He sido indiferente, sordo y egoísta ante la necesidad de otro. He sido conservador y luego imprudente, y en riesgos innecesarios por fuera de tiempo, he arrastrado a los que me amaban. He visto pasar de largo al amor, y cuando lo tuve en mis manos no estuve dispuesto a pagar el precio de amar. He perdido mucho, para recuperar y vuelto a perder. He grabado en piedra mis certezas definitivas, para al otro día pulverizarlas, olvidarlas o abandonarlas. He tenido muchas verguenzas. He sido guiado como un ciego por el orgullo y la necedad hasta el abismo. He tenido buenas rachas y chances malgastadas. He visto caer a miles y diez miles a mi lado, y todavía estoy vivo, lleno de cicatrices, pero entero, curtido pero flexible, firme pero no endurecido. Es por la inmensa misericordia y paciencia de mi Dios, que esperó que pasen mis berrinches y caprichos, las simulaciones de mis roles. El ha permitido mis desvíos, el mal uso de mis libertades, porque ahora me lleva a tiempo, a las puertas de mas necios que yo, que se inmolan día a día en el altar de los dioses "consumo", "status" y "vacío". Sin consejos, sin sermones, aunque sea porque al ver mis cicatrices puedan darse cuenta hacia adonde van.
Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación (2Cor4:17)
Comentarios
Publicar un comentario