Una vez oí que en la antigüedad, los
comerciantes expertos cuando iban a comprar las tinajas y odres al taller del
alfarero hacían énfasis en pedir que se les provea de piezas sin cera. Esto era
porque los fabricantes cuando detectaban que alguna pieza terminada tenía
alguna fisura, la sellaban con cera para disimular la falla. Era una solución
bastante eficaz temporalmente desde lo estético, pero al poco tiempo, con algo
de uso se hacían evidentes las grietas. De ahí los términos
sincera-sincero-sinceridad.
“Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese
polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio
vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir”(1)
Somos como el barro. Formados desde la tierra y
volvemos a ella al final en esta vida. Poseemos características similares a un
recipiente de barro. ¿Cómo fuimos moldeados? ¿quién moldeó nuestro carácter?
¿qué circunstancias determinaron la forma en en que somos ahora? ¿qué y cuánto
almacenamos? ¿se estanca o damos y fluye lo que almacenamos? El maltrato, las
presiones y las decepciones producen en nosotros, recipientes de barro, marcas,
grietas y rajaduras.
El buen alfarero presta atención a que la
porción de barro que eligió al empezar a trabajarla en su torno esté libre de
piedritas. Debe tomarse el trabajo de quitar esa impureza antes de seguir el
proceso porque cuando no lo hace, la pieza que puede tener un hermoso aspecto,
cuando se la someta a las altas temperaturas del horno, estallará o se
resquebrajará. Lo mismo sucede con nuestro carácter mientras está siendo
moldeado, si durante nuestro crecimiento y aprendizaje quedaron impurezas que
son el rencor, la mentira y el orgullo, podremos llegar a tener un buen aspecto
externo, pero cuando seamos probados a fondo, ante un golpe o sometidos a
presión seguramente estallaremos, nos desmoronaremos, nos quebrantaremos y lo
que pensemos, lo que sintamos, lo que creamos, lo que digamos estarán en
conflicto, como en partes separadas, sin integridad.
El buen barro permite ser moldeado, mantiene su
flexibilidad basado principalmente en su permeabilidad. Si se endurece, no
recibe las formas que el alfarero ha soñado. El barro endurecido, se reseca
y termina siendo descartado para
comenzar de nuevo con otra porción.
“…El barro no le dice al alfarero: ¿Qué estás
haciendo?, ni la vasija lo critica diciendo: Tú no sabes trabajar…”(2)
La buena pieza, la tinaja, el odre para el vino
nuevo, así como el ser humano, moldeado como se debe, es de carácter firme,
tiene no solamente buen color, belleza y estética, sino que también puede
soportar pruebas, cargas, presiones, no se desborda ni pierde a través de
fisuras las abundantes bendiciones que recibe. Está listo para recibir y dar
abundantemente durante mucho tiempo.
“…El Dios todopoderoso me hizo, y con su
espíritu me dio vida…A los ojos de Dios tú y yo somos iguales; estamos hechos
de barro…”(3)
“…Yo fui y me encontré al alfarero haciendo en el
torno vasijas de barro. Cada vez que una vasija se le dañaba, volvía a hacer
otra, hasta que la nueva vasija quedaba como él quería…”(4)
(1)Génesis2:7 (2)Job33:4 (3)Isaias45:9 (4)Jeremías18:4
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