Las personas con mejores resultados, suelen ser
muy simples para comunicarse. Se hacen fácilmente confiables, no suelen emplear
muchas palabras pero poseen una gracia y cualidad especial que provoca que se
abran puertas y sean bienvenidas en todos lados.
Ésa cualidad es la integridad. Al estar
alineadas cada una de las partes de su ser, comunican coherentemente y con una
potencia difícil de resistir.
Convencen, cautivan, transmiten paz y establecen
relaciones confiables y sanas.
Así también por el contrario existen personas,
que aunque estén diciendo verdades irrefutables, extensamente argumentadas,
transmiten intranquilidad y “huelen” a desconfianza.
La
integridad es un maravilloso equilibrio en el que
- · Lo que digo
- · Lo que pienso
- · Lo que siento
- · Lo que creo
- · Lo que hago
Tienen un único sentido y dicen exactamente lo
mismo. Representan distintos aspectos de un
mismo ser.
Aunque puede ser obvio y trillado, hasta en las
cuestiones más elementales, suele no darse la integridad. Si revisamos nuestras
relaciones personales, solemos decir: “mi corazón dice una cosa, mi mente otra
y actúo, incluso, de otra manera”. O también “sé que debo hacer tal cosa (lo
que pienso), pero no lo hago (lo que hago)”.
Estos cinco elementos son los que le dan
dirección, fuerza y efectividad a nuestros actos, los resultados se obtendrán
en consecuencia.
El territorio donde se manifiesta la
congruencia de ésas cinco propiedades del ser, es un intangible, muchas veces
ninguneado, llamado alma. Esa área del ser humano, si está quebrantada, hace
que el individuo sea incoherente, entonces, las otras personas, lo perciben a
nivel subconsciente y piensan: “ es cierto lo que decís, pero hay algo en vos
que no me cierra”.
Un alma sana, enfocada, perdonada y perdonadora,
encendida, generosa y fundamentalmente, alineada con el espíritu de su creador,
es el fundamento de un ser íntegro.
Un alma herida y alejada de su propósito
establece a un ser quebrantado.
Cada uno de los aspectos (expresión, sentimiento,
pensamiento, creencia o acción) podríamos compararlos a piedras que usemos como
proyectiles para derrotar a nuestros enemigos. En integridad, deberían
representar lo mismo.
Una de las
victorias más estruendosas de la que guarde registro la humanidad, la pudo
llevar a cabo David contra Goliat solamente respaldado en ésta integridad.
Las
victorias más contundentes de nuestra vida las podremos lograr solamente en
estado de integridad sólida.
“…tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y
las metió en su bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo…”
“…En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y
enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla
para hacerle frente. Metiendo la mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la
lanzó al filisteo, hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja
y ceja, el filisteo cayó de bruces al suelo. Así fue
como David triunfó sobre el filisteo: lo hirió de muerte con una honda y una
piedra, y sin empuñar la espada. Luego
corrió a donde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo
remató con ella y le cortó la cabeza…”
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