Miércoles 17/09/2014. Seis y cuarto de la mañana. El día está fresco, unos 8 grados mas o menos. Siento cierta satisfacción al ver en la pizarra que me toca empezar la sesión número 5 de mi entrenamiento matutino. Hoy para mí, mantener los 24 minutos corridos de trote son como escalar el Everest, pero voy, cargando unos gramos de entusiasmo visualizándome anticipadamente con la misión cumplida celebrando íntimamente mi victoria palmo a palmo de esa batalla personal. El empujón espiritual lo obtengo con mi oración agradeciendo a Dios por este nuevo día, por la paz del descanso de la noche anterior, por la protección a mis seres más amados. Bajando las escaleras, ahogo justo a tiempo con el auricular, el grito odioso de la radio del vecino del piso de abajo que a esa hora ya empieza a mamar en ayunas el veneno del locutor. Estoy feliz, amo a mi Argentina y mi ciudad de Posadas, que tiene tantos árboles y una extensa avenida costanera en la cual da la sensación de que puede correr sobre el río Paraná. Al poner en cero el cronómetro, el paisaje al frente se pone como en un túnel y la hilera de pensamientos en fila que empiezan dispararse y tratando de embocar alguna respuesta.
¿Qué le hace falta a mi generación para que se enfoque en un propósito firme y determinado? Hay bosquejos, destellos de entusiasmo, pero los espinos del pesimismo mediático ahogan los intentos de brotes. Mi generación viene del trauma de Malvinas y teme a las discusiones. Hace falta que seamos dinamitados con fe. La incredulidad, el miedo y el pesimismo vienen disfrazados en un envoltorio intelectual en forma de argumentos científicos, filosóficos y psicológicos, estableciendo el dogma de "esto no es posible, no se puede hacer de otra manera". Así como a un perro, nos corren con un diario. Para ir más allá debemos dejar de tratar de entender a Dios con la razón, no tiene sentido. La razón es un cálculo de lo humanamente posible, para operar en un mundo natural, de sólo tres dimensiones. Pero la razón es desbaratada cuando hay una explosión de fe que nos pone en marcha hacia los sueños, con caminos y estrategias de cuarta dimensión, sobrenatural.
Es imprescindible la renovación de nuestras mentes, sustituyendo la razón humana con los pensamientos de Dios, para lograr lo imposible.
¿Qué elementos hacen falta en mi generación para un surgir extraordinario?
En el antiguo testamento, en el libro de Exodo se describen los elementos que componen el aceite de la unción, que representaba los atributos otorgados por Dios a sus escogidos. La mirra era costosa, por lo tanto pocos están dispuesto a pagar el precio. La canela era el elemento que representaba la firmeza y la estabilidad. El cálamo indica que los atributos funcionan bajo autoridad. La casia se dobla en extremo y pone como requisito los deseos de orar, alabar y adorar al único y verdadero rey de reyes que es Jesús. Este aceite de unción se trasmite a través del contacto, por eso se debe hacer uno a uno, es necesaria la codependencia social de cada individuo de la nación. Con esa unción que tiene cada creyente es suficiente para ganar las batallas más épicas para nuestra historia futura. Tenemos que despojarnos de las armaduras viejas y obsoletas que proponen la religiosidad y algunas tradiciones.
Sueño con que sea mi generación la que se levante a caminar como nación que sabe caminar en la dimensión de la eternidad y que sabe obtener las vida y las riquezas del mundo espiritual.
Llego a mi departamento, estiro las piernas, busco en mi biblia y encuentro la coordenada en clave que va a direccionar mis pensamientos y emociones en este día. Está en el libro de Hebreos capítulo 11 versículo 3:
"Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles"
Gracias Dios por mi hermoso país. Gracias por mi ciudad. Gracias porque puedo correr sobre las aguas
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